sábado, abril 27, 2024
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La periodista de guerra que duerme en un Peugeot

Cinco meses de bombardeos desde el asiento trasero de un Peugeot blanco. A sus 25 años, la hispanopalestina Huda Emad Hegazi, nacida en Linares, Jaén, es corresponsal de guerra sin pretenderlo.

Tras vivir 18 años en el sur de España, viajó a Gaza para visitar a su familia en 2016 y su destino cambió: aquel año el gobierno egipcio cerró el paso de Rafá, y Emad, con doble nacionalidad, tuvo que quedarse en la tierra de sus raíces para estudiar filología inglesa en Gaza.

Al principio trabajó como traductora para la oenegé Médicos del Mundo, pero enseguida compaginó ese trabajo con el periodismo, su pasión. En octubre, cuando las bombas israelíes llovieron del cielo y se cerraron las fronteras a la prensa internacional, Emad se convirtió en voz de la guerra para medios iraníes, venezolanos y colombianos.

“Había sido colaboradora puntual, pero no tenía experiencia cubriendo un conflicto y menos de esta magnitud. La primera semana mi casa quedó destruida y tuve que separarme de mi familia para trabajar”. Desde entonces cubre sola la guerra, lejos de su madre, su hermana, de 21 años, y su hermano pequeño, de 9, que permanecen en la ciudad de Gaza.

“Es duro cubrir una guerra y más aún lejos de tu gente. Hay cortes de comunicaciones, paso una semana sin saber nada de ellos y es desesperante”. Como las transferencias internacionales desde España de su padre se cortaron, ella mantiene ahora a los suyos.

“Envío dinero, pero es duro. La gente come el grano que antes daba al ganado, lo tritura y hacen pan. Los precios se han disparado: el kilo de pan cuesta 20 euros y el de harina, 18 euros”.

Sin refugio posible y en movimiento constante –desde hace semanas informa desde Rafá, en el sur de la Franja de Gaza–, Emad ha hecho de un viejo Peugeot blanco su hogar.

“Llevo cinco meses durmiendo en el coche de la empresa. Lo usa un equipo durante el día y por la noche es mi refugio. Cada día es igual. Me despierto en el vehículo, busco café y pan con queso para desayunar y voy al lugar bombardeado la noche anterior.

Luego trabajo haciendo directos para las televisiones hasta las once y media de la noche y regreso a dormir al coche. Si puedo, me ducho una vez a la semana”.

Pese a su juventud y un tono de voz dulce, las palabras de Emad son puñetazos: “Vivo el mismo sufrimiento que el resto. Trabajo 24 horas, siete días a la semana y es agotador, pero como cualquier gazatí vivo con miedo de que me caiga una bomba, maten a mi familia o paso hambre porque no hay alimentos. Israel ha convertido Gaza en una tierra fantasma. Cada día veo destrucción, ruinas, deshechos… Te levantas con nuevas cifras de muertes y heridos. Afecta a nivel físico y psicológico… La población no puede más”.

En menos de medio año, Emad ha perdido a amigos de la universidad y se ha horrorizado con la imagen de cuerpos despedazados por los bombardeos o con los heridos hacinados en los hospitales. También se ha hecho periodista.

“El periodismo me apasiona y aunque no te acostumbras a ver tanta muerte, es lo que siempre he querido hacer. Mi familia está orgullosa de mí porque, aunque aún soy una niña, no todo el mundo aguanta esta presión y menos sola. La mayoría de periodistas aquí son hombres y la gente admira que una chica joven como yo sea capaz de hacer este trabajo”.

FUENTE :lavanguardia.com

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