El cuerpo estaba a pocos metros de un caño, sostenido del cuello por una soga que había sido amarrada a la rama de un árbol.
Pamela vivió, este domingo, uno de los momentos más traumáticos en sus seis años de vida. Acostumbrada a la buena comida del campo, los paseos mañaneros entre los matorrales y las persecuciones de animales silvestres, la tranquilidad de esta pequeña se vio alterada por una escena de muerte.
Su angustia era evidente. “Los ladridos eran diferentes”, no parecía que hubiese encontrado un armadillo, “era otra cosa”, dijo el dueño de este animal de raza criolla, que mandó a uno de sus hijos a mirar de qué se trataba.
El joven, aunque no ladró como la perra, volvió como ella: angustiado. Estaba pálido, con el temblor que producen los nervios y la agitación normal después de correr como un loco entre la maleza. No había visto un fantasma, pero sí un cadáver que parecía sacado de una película de terror. Haciendo una seña con una mano le respondió a su papá que alguien se había ahorcado.
La escena
El cuerpo de este hombre estaba a pocos metros de un caño, sostenido del cuello por una soga que había sido amarrada a la rama de un árbol. Las piernas, la mitad de ellas, se arrastraban por el piso, mientras las moscas y otros insectos se daban un gran banquete con el cuerpo en descomposición.
Encontrarlo no fue fácil. Se necesitó de un machete para abrir camino. Eran más de 200 metros abajo a un costado de la vía que desde el corregimiento de San Faustino conduce hacia La Chinita (Venezuela), más exactamente en la vereda La China, cerca de la finca Polo Norte.
No parece ahorcado, decían quienes lo encontraron, haciendo ver que la rama de la que estaba colgado no tenía más de metro y medio de altura y la estatura del desafortunado hombre era mucho mayor.
Es decir, era difícil que se ahorcara si su cuerpo estaba casi de rodillas.
Ya sin carne en gran parte de la cara, con los genitales carcomidos y una pantaloneta roja rota que le colgaba de las piernas, como queriendo disimular su desnudez, el cadáver fue descolgado, metido en dos bolsas negras, montado en una camilla y cargado por varios hombres monte arriba, hasta llegar al carro de la funeraria que lo esperaba. Ahora solo falta saber quién era y lo más importante, si se ahorcó o lo ahorcaron.