En la frontera funciona un verdadero mercado del hambre, donde la ilegalidad y la falta de controles sanitarios agrava el drama de los migrantes.
Generalmente, las ventas de carne de dudoso origen son propiciadas por venezolanos en situación de indigencia. La imagen es frecuente Paseo Los Libertadores.
Se trata de un tapete de carnes y viseras extendido a todo lo largo del muelle, el cual no ha podido ser controlado por las autoridades sanitarias. Allí, se ha detectado carne de caballo y burro.
Mientras que en la plaza de mercado una libra de carne cuesta entre 10.000 o 12.000 pesos, en el Paseo Los Libertadores la misma cantidad puede adquirirse en solo 7.000 pesos.
“Tenemos tres problemas gravisimos que son el abigeo, el contrabando y el problema de la fiebre aftosa. Hay mafias armadas, inclusive, que roban cantidades de ganado, lo sacrifican, luego lo meten en canal o los llevan hacia otros departamentos para comercializarlos”, denuncia Genaro Lomonaco, representantes de los ganaderos de Arauca.
A elevadas temperaturas, además, son vendidos grandes bloques de queso venezolano, desplazando a los productores locales que han llenado de orgullo al departamento.
“Aquí hay una responsabilidad grande de la Cancillería Colombiana, que está permitiendo que acaben con el aparato productivo del departamento. Una llegada masiva de venezolanos que supuestamente por una crisis humanitaria venía a buscar productos para consumir y resulta que lo que llegó fue una ola de contrabando”, asegura Lomonaco.
Gasolina ilegal
En Arauca campean todas las caras del contrabando. Calles más abajo del Paseo Libertadores, está la hilera de mangueras, embudos, bidones de diferentes tamaños y botellones de gaseosa que se llenan de gasolina traída de Venezuela.
El invento de las máquinas dispensadoras de gasolina ilegal, con embudo incorporado, son fabricadas fácilmente en metalúrgicas.
Un hombre que se dedica a la venta ilegal de combustible asegura que diario puede ganar entre $30.000 o $40.000.
“Es ilegal, pero pienso que tengo mujer e hijos”, asegura el hombre.
La conclusión es preocupante: el contrabando es un delito pero más allá de las mafias que mueven miles de millones de pesos, muchas familias venezolanas encontraron a este lado del rio, en la ilegalidad, una manera de sobrevivir.