Gina Gómez, de 31 años de edad, soporta desde hace 17 el infortunio de sufrir filariasis linfática, mejor conocida como elefantiasis –enfermedad crónica que se caracteriza por un engrosamiento extraordinario de las extremidades inferiores a causa de la acumulación de líquidos–.
Esta enfermedad ha afectado su movilidad, ya que su pierna izquierda ha crecido de manera paulatina hasta llegar a tener un tamaño fuera de lo normal.
Gina, nacida en Arauca, en el oriente colombiano, pasa sus días postrada en su vivienda, ubicada en el barrio La Unión, un sector humilde en el que no puede trabajar para ayudar a su familia con el sostenimiento de su hogar.
No puede trabajar, movilizarse en exceso y menos la contratan por su deformidad que comenzó cuando cursaba sexto grado de bachillerato y que hoy ha llegado al punto de neutralizarla.
Para ese entonces, cuando los rastros de la enfermedad recién aparecían, soñaba con ser ingeniera de sistemas. Sin embargo, cuando su pierna empezó a crecer desmedidamente, abandonó las aulas de clase y a pasar noches de incertidumbre sin saber lo que le pasaba a su extremidad inferior.
“Me enfermé, no podía utilizar el uniforme, porque un zapato tenía que ser más grande que el otro y sentía pena”, relata Gina.
Según Mery Colmenares, madre de la mujer, aunque no hay un diagnóstico oficial sobre su estado, algunos partes médicos apuntan a que se trata de esta enfermedad.
Desde hace cuatro años, Gina, no recibe atención a su padecimiento. La última vez que la vio un médico fue en el Hospital Militar de Bogotá.
“Ella estuvo, por medio de una amiga muy cercana a la familia, en el Hospital Militar. Allá le mandaron unos exámenes, pero no se dijo realmente qué era lo que tenía. Dijeron que era elefantiasis, pero no encontraron de qué agarrarse los médicos para ponerla en un tratamiento, nos dejaron a nuestra suerte”, relató la madre.
La falta de recursos económicos de su familia ha hecho más difícil la búsqueda de un tratamiento que le ayude a la joven mujer a recuperar su salud, afectada también a diario por fiebre y fuertes dolores que le impiden descansar.
“Ella estuvo en Bogotá dos meses, pero tuvo que regresar porque no hay esa capacidad económica para mantenerse allá o en cualquier otra ciudad para que la vea y trate un médico”, añadió Mery Colmenares.
Ante la situación de la mujer, quien vive en esta zona deprimida del departamento de Arauca, sus parientes les han pedido a las instituciones gubernamentales o particulares que le brinden ayuda a su ser querido.
Por ahora, Gina lucha por sobrevivir con una pierna gigante, sin perder la esperanza de algún día poder ser la ingeniera de sistemas que siempre soñó.
POR EL eltiempo.