El pasado 3 de agosto, después de que se rompiera el cese al fuego entre el gobierno y el ELN, Arauca volvió a ser el escenario de guerra al que ha estado acostumbrada de 1983, cuando arrancó el Domingo Laín.
La semana pasada, a los enfrentamientos y el secuestro de líderes sociales y de niños en la población de Puerto Rondón, se sumó la explosión de un artefacto a cinco kilómetros de Saravena que tenía como objetivo dañar un pedazo del oleoducto Caño Limón Coveñas y el ataque con granadas a un CAI en el malecón de la capital del departamento.
El ELN estaba de vuelta. Poco más de un año duró el cese al fuego contra la fuerza pública. Los fusiles no callaron por completo.
Siguieron su traqueteo constante contra las EMC con quien mantienen una confrontación ininterrumpida. Pero, al menos, se sostenía la esperanza de un diálogo con el gobierno. Este está completamente roto.
Incluso se escuchó este fin de semana que pasó a parte de la delegación del gobierno en esos diálogos poniendo en duda la continuidad de que la mesa continúe.
El propio Otty Patiño, alto comisionado de paz, afirmó que las posibilidades al ELN se le están agotando y anunció que la Fiscalía empezaría una investigación contra el grupo guerrillero por los atentados en Arauca.
Por ahora la gente en Arauca está exigiendo que el Alto Comisionado de Paz viaje directamente a ese departamento, ponga un Puesto de Mando Unificado y de la cara. Porque eso es lo que se necesita en las regiones: presencia del Estado.
La ofensiva del ELN en Arauca ha incendiado el departamento. En la mañana del domingo 1 de septiembre este grupo atacó a un grupo de soldados del Batallón de Ingenieros de Combate Rafael Navas Pardo que estaban apostados en un puesto de control que estaba en la vía que conecta el municipio de Tame con La Cabuya cuando, desde una camioneta, hombres que supuestamente pertenecerían al ELN, dispararon con armas largas sobre los uniformados.
El ataque ha dejado dos soldados asesinados, ellos son Javier Augusto Quimbayo Rondón y Luis Ángel Pushaina Pushaina. Otra vez la sangre mancha el suelo araucano.
Se hicieron las respuestas de rigor, un plan candado para impedir que los asesinos huyan pero fue imposible agarrarlos.
Los asesinos hicieron la misma táctica que cumplieron los hombres que atacaron un CAI en el malecón de la capital araucana: volarse hasta la frontera venezolana en donde todo se deshace, en donde las manos del Estado Colombia y su Fuerza Pública no alcanzan a llegar.
Se necesita que el presidente Petro, ante el estado de coma en el que está sumido el proceso de paz con el ELN, haga presencia en Arauca.
La gente en ese territorio necesita escuchar de su propio voz que hay extinguidores para un incendio que arrecia.