Este municipio afronta el recrudecimiento del conflicto armado por el control de la guerrilla del ELN, las disidencias de las FARC y los grupos paramilitares. Ante esta situación, el proyecto de huertas comunitarias apuesta por sanar las heridas de la violencia y convertirse en un escenario de convivencia para las víctimas tanto del desplazamiento forzado como de la ola invernal que ha impactado con fuerza en la región.
En la región fronteriza con Venezuela se presenta un panorama desalentador por los enfrentamientos de los grupos armados. En 2022 la Defensoría del Pueblo alertó sobre la grave situación, señalando que desde que empezó la crisis, en el departamento ocurre un asesinato al día.
Saravena, uno de los siete municipios que conforman el departamento de Arauca, ha sido uno de los más afectados por el recrudecimiento de la violencia. La tasa de homicidios es de 158 muertes por cada 100.000 habitantes, una cifra que es hasta seis veces más alta que la nacional, que se ubica en 26,1.
La cifra pone al municipio de 43.000 habitantes por encima de las ciudades más peligrosas del mundo como Tijuana, Caracas y Ciudad Juárez. A la violencia que viven los habitantes se suman las consecuencias de la época invernal que ya deja cientos de damnificados.
Ante este escenario, en el que las personas deben salir desplazadas de sus territorios, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Orinoquia y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), desarrollan el proyecto de huertas comunitarias que beneficia a unas 725 personas de Saravena y de las veredas La Pava, Valle-Bell y la Unión.
Aunque la prioridad del proyecto –encabezado por la Oficina de Relaciones Internacionales (ORI) de la UNAL– es abastecer de alimentos a las comunidades que afrontan crisis alimentaria –que según el PMU afecta a cerca del 60 % de la población araucana–, también vieron la necesidad de fortalecer la convivencia de las personas, la mayoría víctimas de la violencia.
Así, la comunidad beneficiada está conformada por víctimas del conflicto, madres cabeza de hogar y personas desplazadas por la ola invernal.
El psicólogo del proyecto, Willian Sánchez, explica que “una de las afectaciones más evidentes en las personas es el duelo por el asesinato de un miembro de la familia; esto lo vimos en el acercamiento con el colegio Concentración Desarrollo Rural –quienes prestaron las aulas para las capacitaciones–, en donde atendimos a niños que no habían tenido acompañamiento por psicología ante el duelo de perder, casi siempre, a su padre”, expresa.
Por ello, los espacios productivos pretenden ser un escenario de convivencia con familias que no se conocían entre sí. “Lo que más busca el proyecto es el autocuidado y la conciliación de estos espacios, en especial por tratarse de familias desplazadas o que llegan de manera transitoria a Saravena rompiendo su tejido social”, explica Ana María Romero, profesional a cargo de la ORI Sede Orinoquia, quien es ingeniera agrónoma egresada del Peama de la UNAL y magíster en Gestión y Desarrollo Rural de la Institución.
La situación se evidenció con los cambios positivos en las personas que lograron mayor participación, apoyo mutuo y un escenario donde pueden trabajar cualquier afectación emocional.
“Cuando les preguntamos qué significa la huerta, muchos hablaron de un lugar de paz y tranquilidad, un lugar donde pudieran ir a trabajar, tener contacto con la naturaleza y que pudieran salir del contexto en el que viven”, afirma el psicólogo.
Capacitaciones para la productividad
La ingeniera Romero comenta que uno de los programas que desarrollan se llama “Aprender haciendo”, en el que trabajan áreas específicas necesarias en la agricultura, como por ejemplo el uso de abonos.
“Para la producción buscamos que las personas se apropiaran de estos conocimientos y que incluso pudieran transformar los alimentos que se cultivan en la huerta”, añade.
En la huerta cultivan maracuyá, pepino, cilantro, ahuyama, plantas aromáticas, hortalizas de todo tipo, inclusive flores, un hecho importante si se tiene en cuenta que en Arauca la agricultura juega un papel fundamental. El cultivo de plátano ocupa el 94,2 % de la producción agrícola del departamento junto con los cítricos y el cacao.
“Para apoyar a la economía familiar también se capacitó en transformación de salsas y productos similares que se puedan comercializar, incluso arroz mixto, lasaña y empanadas, entre otros”, expresa la ingeniera Romero.
Un aporte relevante si se tiene en cuenta que, según el Ministerio de Trabajo, en Arauca los jóvenes presentan barreras para acceder a empleos, las cuales van desde los déficits educativos hasta la falta de oferta empresarial, lo que se refleja en la cifra de desempleo, que en enero de 2023 llegó al 29,4 % (DANE).