La reincorporación a la vida civil de personas que estuvieron en la guerra es un reto que más de 13 mil excombatientes de las antiguas Farc han experimentado desde la firma del acuerdo en 2016.
Sin embargo, para quienes están en condiciones de discapacidad el reto es doble, las dificultades se multiplican, las posibilidades se ven más lejanas y la salud mental juega un papel decisivo, pero la actitud para construir la paz puede con todo.
Wilson Pérez Jaimes es un joven en proceso de reincorporación, ingresó a las FARC en el año 2008 por invitación de un amigo en la vereda Guayacanes del municipio de Arauquita en el departamento de Arauca.
Era un 20 de julio de aquellos tiempos de guerra, en medio de los rutinarios combates con el Ejército, cuando Wilson recibió un impacto que cambió su vida para siempre. Una bala cruzó su espina dorsal y afectó su movilidad y otro proyectil le afectó su brazo. “Fue muy difícil saber que no iba a caminar, también estuve a punto de perder mi brazo y eso me asustó. Pero esas cosas yo las afronté con determinación”, comenta.
“Fue muy difícil saber que no iba a caminar, también estuve a punto de perder mi brazo y eso me asustó. Pero esas cosas yo las afronté con determinación”.
La rutina es toda una aventura, tiene que mantener las ruedas de su silla estables y en buena condición, tiene que hacer todo tipo de piruetas para bañarse o vestirse y una fuerza considerable para poder transportarse en medio de los polvorosos caminos veredales.
“Si no me pincho, el día no es estresante, porque cuando me pincho es muy difícil. Me toca des pinchar la llanta de la silla y el camino está lleno de piedras, de maleza y es espinoso; pero lo peor es cuando llueve porque hay mucho lodo y hay que hacer el doble de fuerza”, cuenta Wilson, quien demás comenta que lleva tres meses sin poder salir a la vereda porque no ha parado de llover.
Uno de los problemas más difíciles de las personas en condición de discapacidad es la salud mental, la aceptación de su nueva forma de vida es un proceso que requiere ayuda psicológica.
“Yo tuve depresión, hay mucha dificultad mental en esto, en mi caso creo que lo he podido llevar bien gracias a las personas que tengo cerca, yo considero como de mi familia a todos los que me han ayudado a superar esta dificultad, pero la depresión siempre está al alcance.
Es duro ver muchos ancianos en discapacidad que solo están esperando la muerte para acabar con el problema. Lo que quiero es que haya más asociaciones para que entre todos logremos más apoyo”
En el antiguo ETCR de Filipinas, Arauca, hay otras personas que velan por la salud de las personas en proceso de reincorporación y las comunidades.
Brigitte es una excombatiente que ha logrado graduarse como auxiliar de enfermería y sueña con ser psicóloga “El camino de la paz es difícil, pero no es imposible, estábamos acostumbrados a otra vida, ahora estamos como en familia. Fue un cambio extremo pero necesario.
Somos más unidos y poco a poco vamos llegando a lo que queremos como personas independientes”.
También apunta que para los problemas psicológicos hace falta atención debido a que no todas las personas logran atenderse por las personas del comité de salud.
La guerra dejó secuelas físicas en aproximadamente 1.222 excombatientes quienes, día a día, deben enfrentar esfuerzos tanto físicos como psicológicos en su proceso de reincorporación a la vida civil.
Tras casi seis años de la firma del Acuerdo de Paz la garantía de acceso a una buena salud permitirá que los esfuerzos sigan valiendo la pena.
FUENTE colombia.unmissions.org