El cese del fuego y de hostilidades entre las Fuerzas Armadas y el Eln, que comenzó a las 0 horas de este domingo y, según lo pactado por el Gobierno y esa guerrilla en Quito (Ecuador), se extenderá hasta el 9 de enero, se convirtió en la esperanza de Norte de Santander y Arauca para recuperarse de los daños ambientales que provocaron los últimos ataques guerrilleros al oleoducto Caño Limón-Coveñas.
Varias organizaciones sociales lamentaron que el Eln haya usado las vísperas del cese del fuego para quemar sus últimos cartuchos en esos dos departamentos.
Mientras los delegados del Gobierno y esa guerrilla se reunían en el vecino país para definir los protocolos de la tregua bilateral de tres meses, las comunidades campesinas de estos departamentos, ubicados sobre la frontera con Venezuela, trataban de entender el mensaje político que este actor armado estampaba con sangre y fuego en sus campos y ríos.
En lo corrido de la semana pasada, el Eln dinamitó en tres ocasiones el oleoducto Caño Limón-Coveñas y desató graves emergencias ambientales por la caída de crudo en las aguas de los ríos Catatumbo, Cubugón y Arauca.
La liberación de este fluido, ocasionado por la arremetida contra los tramos del tubo en los municipios de Teorama, Toledo (Norte de Santander) y Arauquita (Arauca), produjo una mancha de contaminación a gran escala en los afluentes. Y este martes, en la región del Catatumbo, ahogó 2.140 hectáreas de cultivos de yuca, maíz y plátano, y abarcó una longitud de 107 kilómetros del río del mismo nombre, aproximándose incluso al lago Maracaibo, en Venezuela.
Además de las tragedias ecológicas, que se encargaron de empañar el entusiasmo por el cese del fuego que se avecinaba, también hubo una seguidilla de acciones armadas que, por ejemplo, en Arauca dejó en una semana seis uniformados heridos, entre ellos un subcomandante de la Policía.
Las confrontaciones alcanzaron un punto de recrudecimiento tal que en zona rural del municipio de Hacarí, en Norte de Santander, el Ministerio Público reportó el desplazamiento de 11 familias campesinas, que abandonaron sus viviendas por miedo a quedar en medio de estos combates.
Según el Observatorio de Derechos Humanos, Violencia y Paz de la Fundación Progresar, el Eln se encuentra aferrado en 25 municipios de Norte de Santander, bajo un poderoso entramado de 10 estructuras armadas del bloque Nororiental de esta guerrilla. Debido a esta extensa trinchera, que se difumina por la selva del Catatumbo, el grupo tiende a transformarse en un ejército casi ‘invisible’ para la Fuerza Pública.
Para el secretario de Gobierno de Norte de Santander, Édgar Pallares, la escalada violenta de los últimos días fue una “pésima despedida” del Eln de sus acciones bélicas.
“A partir de este domingo, en Norte de Santander, se empezará a estimular el diálogo y la concertación entre las comunidades para eliminar el riesgo de algún tipo de confrontación que viole el cese del fuego. En estos espacios participarán los miembros de la Fuerza Pública, el Estado y los líderes sociales para que disminuyan, a través de la conversación, los altos niveles de tensión que dejó la semana anterior”, puntualizó el funcionario.
por EL TIEMPO